Con cinco años se subió por primera vez en una moto, una minicross que le regalaron sus padres por Navidad y en la que disfrutaba dando vueltas por el jardín de su casa. Sus padres le apoyaron en su interés por este deporte desde el principio, ya que su padre, Paolo, le compró cuando cumplió los ocho años la minimoto de alquiler que usaba para competir en los circuitos. La llegada de “SuperSic” al Mundial de Velocidad no fue por casualidad, ya que a Marco le respaldaban los dos campeonatos y subcampeonatos que consiguió en Italia, además de ganar el Europeo de Velocidad con quince años, lo que le permitió participar en las cinco últimas carreras del Mundial. Paolo no se perdió ninguna carrera en la que su hijo participaba, apoyándole y aconsejándole en cada circuito.
El debut de “SuperPippo” en el Mundial fue en el 2002 durante Gran Premio de la República Checa. El equipo Matteoni Racing le brindó la oportunidad de correr por primera vez en la categoría de 125cc sustituyendo al piloto Ivan Goi. En esta primera toma de contacto con el campeonato de velocidad, Marco no corría con el número 58, que jamás se quitó posteriormente ni aún siendo campeón en 250cc, sino que lucía el 37 y el color amarillo fluorescente, que también identifica a su gran amigo Valentino Rossi.
No consiguió ningún punto en el asfalto checo ya que se clasificó en la 24ª posición, sin embargo, la siguiente carrera que se disputó en Portugal, sumó sus primeros puntos tras ser 13ª bajo la lluvia en la pista de Estoril. Coincide que la primera vez que Marco se fue al suelo en un circuito del Mundial, fue en el circuito de Sepang, aunque aquella vez no hubo consecuencias que lamentar. Los buenos resultados que obtuvo en las carreras en las que participó durante el 2002, hicieron que se asegurara una plaza en la parrilla de 125cc el año siguiente, en el mismo equipo con el que corrió por primera vez, aunque esta vez ya con el número 58. Desde entonces, Simoncelli obtuvo buenos resultados, como su primer podio y su primera victoria en el Gran Premio de Jerez en 2005 o el campeonato que obtuvo en 2008 en Malasia.
Dos años después se subió al manillar de una Honda en el equipo de Fausto Gresini para debutar en la categoría reina. Esta temporada, según el propio piloto, fue muy complicada ya que “o bien yo o mi equipo no teníamos experiencia en MotoGP. Aunque gran parte del mérito de la mejora en 2011 ha sido de la moto, porque es mucho más competitiva que la de 2010”. Y es que este año, el italiano se esforzó mucho en la pretemporada y eso se vio reflejado en el asfalto checo de Brno, donde consiguió la tercera plaza. Pero ese no fue su mejor resultado en MotoGP. En la carrera de Australia fue segundo tras una intensa lucha con Dovizioso, siendo este su mejor y último resultado.
No solo Andrea sufrió el estilo agresivo de pilotaje de Marco, Bautista, Pedrosa o Lorenzo también pueden dar buena cuenta de ello. Han sido varias las luchas que han tenido los españoles con Simoncelli, en las que todos luchaban por quedar por delante del otro. Si bien es cierto que en ocasiones Marco pecaba de arriesgar en exceso, en un deporte tan competitivo como es el del motociclismo, a veces es necesario defender al máximo las posiciones, aunque no sean las del podio. Y eso fue lo que hizo en Sepang. Luchó con Bautista dejando en el recuerdo adelantamientos que no pasaron desapercibidos por nadie, hasta que perdió el tren delantero de la moto y empezó la tragedia.
Unos dicen que fue un piloto valiente, otros aseguran que es agresividad y no valentía lo que predominaba en la forma de pilotar del italiano. Lo que sí es cierto, es que consiguió algo que pocos logran: no dejar indiferente a nadie. Marco recibía duras críticas cuando adelantaba con maniobras muy arriesgadas, pero a la vez, conseguía levantar pasiones entre los aficionados con el espectáculo que ofrecía. Fuese lo que fuese, era un piloto luchador que no se daba por vencido cuando se trataba de conseguir lo que quería: ser campeón.